Las cartelas, también conocidas como tarjetas, son un elemento decorativo muy utilizado en diversos ámbitos de la ornamentación: Arquitectura, Escultura, Artes gráficas y otras expresiones artísticas.

Ya en los siglos XIII y XIV, se conocen bastantes ejemplos de su uso como complemento decorativo. Sus formas se podrían interpretar como una creación derivada de ciertos perfiles heráldicos, aunque su función primitiva, sin ningún significado preciso, sólo sea puramente ornamental.

En la época renacentista, su decoración original semejante a tiras de cuero recortadas y enlazadas a pergaminos enrollados, fue evolucionando al añadir nuevos elementos como: terminaciones en volutas, hojas de acanto, a las que se sumaron luego, en su mayor apogeo, figuras y formas alegóricas, logrando composiciones de gran belleza.

Sus posibilidades decorativas permitieron pasar de utilizarlo como un motivo parcialmente aislado, a centrarlo dentro de un espacio alrededor del cual, nacen y se desarrollan infinidad de temas ornamentales. Al mismo tiempo, su área interior, inicialmente vacía, fue utilizada como soporte para enmarcar escudos nobiliarios, emblemas, iniciales e inscripciones.

Su función se extendió desde la Arquitectura, a la Pintura, al mobiliario y a todos los ámbitos de las Artes Decorativas.

La serie de cuatro cartelas que se muestran, forma parte de un conjunto de documentos antiguos que corresponden ya a las postrimerías del estilo Renacimiento. Su realización, evidentemente del mismo autor, revela de una manera magistral el dominio del dibujo de aquellos maestros de la ornamentación.

Encuadradas dentro de una tipología de aparente uniformidad, estas cartelas, contienen en sus temas principales, las diferencias que las distinguen.

Estas variantes tienen un interés particular para el estudio de su composición, si se toma el ejemplo nº 1, Cariátide, se observa de qué manera tan ingeniosa pone de relieve su tema principal, que incita a denominarle Cariátide, cuando en realidad, sólo muestra un sencillo perfil femenino. Se observará la ausencia de cabello, que en este caso está substituido por unas elegantes hojas de acanto, que por su longitud, y para su equilibrio, están sencillamente apoyadas sobre una perla.

El resto de la figura va en disminución, desde un simulado pecho de hojas de acanto, atravesado por un simulado clavo que le sujeta al marco, hasta su fina terminación, adaptándose a la forma de la catela, que en este caso, es un simple rectángulo.

Son de señalar también los remates superior e inferior, en los que, dentro de su sencillez, se pueden observar infinidad de soluciones aplicadas.

Estos motivos, si se observan detenidamente, encierran en su estructura de recorte simple, pequeños detalles secundarios, como hojas que surgen desde un plano más bajo para enrollarse en el motivo principal, o bien atravesando este para aparecer más lejos. Estos detalles, al encontrarse en un plano inferior del relieve principal, contribuyen a dar una sensación de ligereza y de movimiento al conjunto del dibujo.

En esta cartela, se encuentra un bello ejemplo de síntesis creativa. En efecto, un cuello de cisne y un ala estilizada, conforman su tema principal. Lo que parece ser la prolongación de su cuerpo, son unas elegantes hojas de acanto que descienden, adaptándose de tal manera a la forma de su marco que, en su remate final, en forma de pie, parecen sostenerle en el espacio.

En la parte superior, el motivo central está compuesto con prolongaciones de la misma cartela. Dentro del espacio vacío formado por el arco central del marco, crea un motivo de apariencia simple con un alargamiento que, al atravesar ingeniosamente otra pequeña cartela sobrepuesta, desarrolla luego un elegante motivo entrelazado de hojas de acanto que remata el conjunto.

De la misma manera, y en su parte inferior, su diseño combina la estructura con motivos vegetales, integrando en este conjunto un mascarón adornado con cintas drapeadas.

Como dato curioso, dentro del tema ornamental, es de señalar que el cisne, motivo principal de esta cartela, fue más tarde un ornamento repetidamente utilizado durante el período del estilo Imperio francés, (1800 a 1830). Este elemento decorativo se representaba con la forma de un cuello de cisne recurvado sobre sí mismo formando un bucle, con la cabeza posada contra su cuerpo. Se aplicaba en diferentes tipos de mobiliario: pies de mesas y consolas, ángulos de cómodas, brazos de canapés y sillerías, etc.

El delfín es, entre otras, una de las figuras ornamentales utilizadas con frecuencia en la época renacentista. En heráldica, representa el escudo de armas del heredero de la Corona de Francia. Esta imagen al igual que los dragones, quimeras y otras figuras fantásticas, ilustran los llamados grotescos, tan característicos del estilo Renacimiento.

Diferenciándose de otros modelos, la figura principal de esta cartela está diseñada en una postura de adaptación a la forma del cuadro central por lo que, contrariamente a otros ejemplos, su lectura no insinúa un efecto de soporte, sino más bien su función de orden decorativo.

Desde su posición, casi vertical, destacan el enrollado de su cuerpo, evitando así la monotonía de su longitud y el ingenioso movimiento de la terminación de la cola con un abanico de hojas de acanto.

Como se puede observar, su cabeza es una fantasía creada a partir de ornamentos vegetales que dibujan un perfil imaginario; el ojo, deliberadamente exagerado, le acaba de identificar como un ser vivo, aparte de sus atributos naturales, como son sus escamas y la aleta dorsal.

Hay que resaltar el detalle del pequeño ramillete de hojas de acanto que el delfín parece mordisquear. La inclusión en el dibujo de este simple complemento es tan necesaria que, de no hacerlo, alteraría el conjunto de su equilibrio.

Las partes centrales de esta cartela, son idénticas al modelo anterior.

Esta obra gráfica, de gran belleza ornamental, muestra una cartela en la que el dibujante, aparte de su gran dominio de la composición de temas decorativos, da otro ejemplo de su maestría al integrar la figura humana dentro de un conjunto en el que se combina con otros elementos ornamentales.

Cabe señalar el detalle de la metamorfosis que se opera entre la figura y lo que simularía ser la prolongación de su cuerpo.

El brazo inferior de la figura sujeta un ramillete floral a partir del cual nacen unas elegantes hojas de acanto imbricadas entre sí; estos grupos de hojas van marcando un resalte en disminución, rematado en forma de cola con escamas. Buena parte del equilibrio de este dibujo, está obtenida por las cintas que penden del brazo superior y de su prolongación vertical.

Como se puede apreciar, este conjunto de documentos decorativos, como tantos otros, contienen una verdadera fuente de datos ornamentales. Convendría, en todos los casos, detenerse ante una obra artística en cualquiera de sus expresiones e iniciar un análisis en el que los gustos y los criterios estéticos de cada persona marcarán, según su capacidad de discernimiento, sus puntos de interés. Pronto se encuentran los detalles más esenciales de una composición. Esta práctica del análisis puede constituir, como lo hace la lectura u otra manifestación artística, unos sólidos fundamentos que permitan, desde la base de estos sedimentos culturales, aportar una espontaneidad a ideas y soluciones, trasladables a futuros proyectos creativos.